Juan, el Bautista.
Leonardo da Vinci.
Se encendieron las hogueras.
En plazas, llanos, descampados, playas...
La noche de San Juan,
el Precursor.
La voz que clamaba en el desierto.
La voz que decía la verdad.
Que anunciaba tiempos nuevos.
¡Juan, el pobre, y, a la vez, dichoso Juan...!
Bautizaba con agua,
incitando a dejar atrás todas las sombras.
Y mirar hacia adelante con ojos limpios,
libres de las telarañas polvorientas,
que evocaban días oscuros y esquivos.
Juan...
El pobre Juan, salido del desierto,
estragado el estómago,
pero con la mirada brillante,
y la voz como el trueno.
¡Preparad los caminos!, gritaba.
¡Preparad las sendas y veredas,
que ya está muy cerca!
Algunos, lo escucharon y siguieron.
Otros, pasaron de largo.
¡Está loco y apesta! Son palabras de alguien
que ha perdido la razón.
Juan, seguía bautizando y clamando.
La voz del Precursor.
¡Juan, bendito Juan!
(Archivo: cuevadelcoco).
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