Podría ser un verano tranquilo y apacible...
Pero ya veo que no...
Hace tiempo que el mundo,
nuestro mundo,
nuestra casa,
dejó de ser un lugar seguro...
De niños,
en algún momento,
acaso en mitad de nuestros juegos,
alguien decía: "...me voy a casa..."
¿Por qué se iba...?
Quizá porque necesitaba en ese momento
el contacto con el ambiente familiar,
con los espacios, objetos y personas,
que conformaban su mundo...
Se jugaba en la calle...
"...la calle es la casa de todos...", nos decían...
Sí, pero nuestra casa sólo era una...
El núcleo de la vida,
de esas existencias que apenas rozaban los diez años...
Allí, tiempos austeros,
se desarrollaba, de año en año,
la faceta más importante: Sentirnos protegidos.
¿Qué es el mundo, a fin de cuentas...?
¿Qué es este planeta...?
Una esfera, que no llega a ser perfecta,
y que viaja por el espacio,
alrededor de una estrella,
que no es la más grande,
situada en los confines de la galaxia...
Y que ya no es un lugar seguro...
Vivimos en la incertidumbre,
en la eterna duda,
somos un suceso aleatorio...
Como lo es tirar los dados sobre la mesa...
Comenzamos un verano,
y no lo comenzamos bien...
No es pesimismo, es la realidad.
A veces, hay que enfrentarla, aunque nos duela.
Y, en esta ocasión, nos duele, y bastante...
El verano...
Interminables ocasos,
fuego al mediodía
y algo de frescor en los amaneceres...
Pero, el mundo, ya no es un lugar seguro...
(Archivo: cuevadelcoco.
Imagen: mirarlook/cuevadelcoco).