Ermita de Santiago Apóstol.
Barós. Jaca.
Es grato llegar aquí,
pasada la Navidad,
cuando las últimas
particulas de arena
del año que se va,
están a punto de caer...
La pequeña ermita,
con su sencillo ábside,
recibe, como nosotros,
la siempre amable caricia
del sol de invierno...
En aquellos tiempos,
solíamos venir andando,
solo cuatro kilómetros,
desde Jaca...
Y siempre contemplaba,
con intimo afecto,
este templo mínimo,
que, sin ornato externo,
me atraía más
que otras enormes
y solemnes catedrales...
Al bendito San Francisco,
también le hubiera gustado...
Él, que disfrutaba
con el canto de un pájaro,
o con el susurro
del viento en los trigales...
Si se sigue el camino,
se llega hasta las fuentes...
Es un agua purísima,
sabor de eternidad...
Y detrás, la Montaña,
con sus manchas de nieve...
Todo queda muy lejos...,
los afanes del mundo,
la capital, que sufre
su gran desasosiego...
Aquí tan sólo hay paz...
La silenciosa calma
que brota de la ermita...
(Archivo: cuevadelcoco.
Imagen: mirarlook/cuevadelcoco).
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