domingo, 19 de febrero de 2017

Paisajes... (1).





El Collarada, desde el llano de la Victoria.

He llegado hasta aquí, 
al atardecer,
con la intención 
de hacer unas fotografías...

¡Todo está muy cambiado...!

Lo que antaño fueran campos y huertas,
ahora, terreno urbanizado,
a la espera de que un constructor
plante una grúa,
y, poco a poco,
comience a elevarse un edificio,
o un conjunto de edificios...

Es imposible olvidar cierto verano,
cuando mi padre,
infatigable paseador,
nos conducía a mi hermano y a mí,
por los laberintos de las huertas...

Finales de agosto...,
principios de septiembre...

Pudiera ser...

Los caminos rebosaban de moras silvestres...
Negras, muy grandes, dulces y jugosas...

Solíamos llevar unas cestillas,
y un bastón de boj,
para acercar, con su curva,
las ramas más inaccesibles...

Las cestillas, se iban llenando...

Al tiempo que nos saciábamos de estos frutos,
generosamente ofrecidos por los zarzales...

Unas grandes arañas,
negras y amarillas,
se movían por sus telas sutilísimas...

"¡Cuidado, que son tarántulas!",
advertía mi padre...

Al fondo, el Collarada, gris e imponente...

La abuela, repasaba las moras silvestres,
una por una,
para que no quedaran restos del zarzal...
Y luego, en un recipiente de porcelana,
las dejaba reposar,
bien adobadas con vino y azúcar...

¡Cómo disfrutaba
de esos pequeños
y entrañables placeres...!

Sentada en la terraza,
a la caída de la tarde,
contemplaba la Montaña,
que iba perdiendo su luz,
lenta, muy lentamente...











(Archivo: cuevadelcoco.
Imagen: mirarlook/cuevadelcoco).








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