Hace tiempo que conozco su obra...
Desde aquellos,
mis primeros años en esta ciudad,
hasta estos últimos tiempos,
he seguido con interés
su incansable labor creativa...
El universo pictórico de Iris Lázaro,
contiene, a la vez,
presente y pasado...
Una mirada melancólica
a lo que ya se ha ido,
y de lo que restan unos vestigios,
junto a la vida,
que constantemente se renueva...
Pasión por ese mundo vegetal,
intimo, entrañable,
que trata con mano segura y cariñosa...
Contemplar uno de sus cuadros,
es una invitación
a olvidarse del tiempo,
de la vorágine ciudadana,
de los apresuramientos
que nos corroen la existencia...
Y dejar que la vista,
poco a poco,
lentamente...,
se vaya impregnando
de esa multitud de detalles,
laboriosamente trasladados
a la alba superficie del soporte,
y que no hay que confundir
con lo que se entiende como realidad...
Su realidad es otra...
Llena de lirismo,
de poético encantamiento...
Es serena
la arquitectura de sus composiciones,
más propia, en esencia,
de un espíritu renacentista,
pero, eso sí,
con la absoluta consciencia
del tiempo en que vivimos...
Y los sutiles ropajes...
Esas prendas delicadas,
que parecen flotar,
de puro ingrávidas,
que, de tan inmateriales,
podrían desvanecerse,
por ser más propias de los sueños
que de la cruda vigilia...
La mirada de Iris Lázaro,
se posa, a veces,
en lo aparentemente efímero,
en lo insólito e inusual,
al modo de los pintores orientales,
siempre dispuestos a ofrecernos
su personalísima y distinta
visión del entorno.
No hablaré de su tecnica,
no es necesario...
Depuradisima,
impecable...,
constantemente evolutiva,
continuamente experimentadora...
Prefiero dejar constancia
de la clara y meridiana intención
de legarnos un ámbito sereno,
sujeto a variaciones,
pero siempre armónico,
siempre equilibrado,
como el mecanismo
de los cuerpos celestes...
(Archivo: cuevadelcoco).
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