EL RETORNO DE MC MAKHARRA.
TERCERA PARTE.
CAPÍTULO CUARTO.
Disfrutaba Mc de una "Mahou" ( como en Madrid, no saben en ninguna parte...), y unas chips recién hechas, crujientes y con ese apetitoso aroma, que no se da en las de bolsa,
por mucho que las quieran adornar, sentado en un rincón discreto de la terraza donde solía acomodarse, para echar una ojeada al periódico, ver pasar la gente, y dedicar algún admirativo "repaso" a alguna chavala que mereciese la pena...
Siempre con discreción, y como quien no quiere la cosa, ni le da más importancia...
Así, la tarde madrileña, iba cayendo lentamente...
Mc, sin darse cuenta, fijó su mirada en un rostro, y se quedó pálido y descompuesto.
!Era ella, su niña, su chiquilla, el único amor de su vida!
Hacía falta mucho para que Mc perdiera los estribos, pero, aquella aparición, era demasiado para él... Como surgida de las profundidades del tiempo, ella había regresado, precisamente esa tarde, en la que se sentía a salvo de casi todo... Ironías de la vida... Y cuando se perdió entre la multitud, y sin que pudiera reaccionar, sintió como si su corazón se deshiciera, como la nieve se funde en las manos,,,,
Se sintió tan solo, tan desolado, que sus ojos se empañaron, y, a punto estuvo de que alguna lágrima indiscreta, rodara por sus mejillas. Miro a su alrededor, avergonzado, pero nadie parecía haberse dado cuenta...
Le temblaban las piernas. Apuró la cerveza, y al pasar el camarero, le pidió una ginebra sola, y sin hielo. Fue tomándola despacio, notando que iba recuperando fuerzas, pero la fría soledad que lo envolvía, tardó un buen rato en desaparecer...
¿Por qué aquella dulce e hiriente aparición fantasmal, había pasado ante él, en aquella tarde, suavemente perfumada, para conmoverlo hasta los cimientos, para sacudir, como un violento seísmo del alma, toda su firme arquitectura corporal...?
Luego, más tranquilo, y capaz de razonar, fue asimilando la realidad de nuevo.
Ella, su adorada muchachita, hace tiempo que dormía un sueño sin retorno. Las oscuras nubes de su memoria, se retiraron, y la calma volvió.
Al fin, sintiéndose más seguro, pidió la cuenta, y, puesto en pie, se mezcló entre la gente, caminando sin rumbo definido, hasta que, para su sorpresa, cayó en la cuenta de que, inconscientemente, se dirigía a casa de Sara.
A la mañana siguiente, Mc, despertó con la mente embotada, pero no tanto como para no recordar una suave y tibia piel, unas frases susurradas dulcemente en la penumbra, y la gozosa sensación de que sus fantasmas se habían evaporado...
(Archivo: cuevadelcoco).
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