Tener un "Meccano",
era el sueño de muchos de nosotros...
¡Se podían hacer tantas cosas...!
Yo, solía jugar con mi primo Francisco,
afortunado poseedor
de una de aquellas cajas,
en cuya portada,
aparecían artilugios,
en apariencia, complicados,
pero, que,
a la hora del montaje,
no eran demasiado difíciles...
El primero que tuvimos,
ya en la adolescencia,
la verdad es que,
no permitía realizar grandes cosas...
Existía una verdadera obsesión
por no perder ninguna de las piezas...
El "Meccano",
se iba ampliando año tras año,
a fuerza de dar mal en casa,
de insistir hasta el aburrimiento,
de nuestra familia, por supuesto...,
y de "hacer méritos",
tanto escolares como hogareños...
Venían con un manual de instrucciones...,
que, dicho sea de paso,
no hacía ninguna falta...
Por simple deducción,
el "invento" de turno,
salía a la primera...
Claro está,
que el nuestro,
no era uno de aquellos "Meccano",
que aparecían en los catálogos,
y que, sólo eran aptos
para potentes economías...
Manual de instrucciones.
- Los americanos,
tienen unos,
que se pueden hacer hasta portaaviones...
Con los nuestros,
terminábamos por hacer
nuestras propias creaciones...
Supliendo con el ingenio,
la falta de medios,
es decir, de piezas...
Muchas tardes pasamos,
en la mesa del comedor,
previamente protegida
con una cubierta de "hule",
haciendo y deshaciendo...
¿Cuándo termino la afición
a jugar a ingenieros...?
Pues cuando unos ojos,
una cabellera ondeando al viento,
y una dulce sonrisa,
resultaron más atractivos...
¡El tan deseado "Meccano",
olvidado en una estantería...!
Ya en la veintena,
cierta tarde de verano,
sin saber cómo,
recobré la afición...
Que todavía me dura...
Hoy,
con la incorporación de engranajes
y motores eléctricos,
sí que hace falta,
de verdad que sí,
echar mano de las instrucciones...
Y sigue siendo una delicia,
jugar, no a ingenieros,
sino a ser niños otra vez...
(Archivo: cuevadelcoco).
1 comentario:
Maravilloso juego, el Mecano. Hace pocos años en un "Remar", de Segovia, encontré una buena cantidad de piezas de uno de ellos, en una simple caja de zapatos. sin duda desechadas por algún adulto insensato que alguna vez lo tuvo de niño. Naturalmente, compré ipso facto todo el lote a mi amigo "Rafa" el Gitano, sin preguntar el precio -que fue ridículo- y ahora lo tengo en casa, donde a veces intento montar algo. Ahora que he leído este artículo aquí, me entra otra vez el gusanillo. Gracias, Enrique
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