"El retorno de Mc Makharra", capítulo 3.
Fueron pasando los días...
Se despidió noviembre con lluvias, y diciembre comenzó con sol... Un sol de finales de otoño, que se agradecía, de veras que sí... Mc, salía con la moto sobre las diez de la mañana, y, a veces, no regresaba hasta el anochecer... Todos los del lugar, pensaban que hacía kilómetros y kilómetros... Pero no era así...
En realidad, Mc, se paraba en cualquier lugar que le parecía acogedor, y meditaba..., porque estaba a punto de enfrentarse con algo que temía: Sus recuerdos...
"El tiempo es mi enemigo... El tiempo me ha despojado de aquellos a quienes tanto amaba... Me ha separado de forma irremediable de algunos dulces rostros a los que tanto quise... Y el tiempo me ha llevado de aquí para allí.., como si yo fuera un títere... El tiempo... La mayor crueldad del universo..."
Reanudaba su paseo, y se detenía a comer un bocadillo, o el plato del día, en el primer sitio que le parecía limpio, que, en eso, era un tanto escrupuloso...
"¡Hilipoya de mí! ¿Es que nunca voy a tener paz...?"
Con las últimas luces, regresaba al viejo caserón, que había logrado convertir en un espacio habitable,
acogedor incluso. Y, sin más, se despojaba de su atuendo de motero, y se metía en la cama.
El sueño, no tardaba en llegar. Alguna noche, ya le costaba, ya... Y era cuando se hacía el firme propósito,
que no había conseguido cumplir.
"Mañana entro... ¡De mañana no pasa...! Mañana, en cuanto me levante, entro... Aunque tenga que derramar lagrimones como garbanzos... ¡Entro, y entro!"
Pero ese mañana, no llegaba nunca...
Mientras, escribía largas cartas a Sara... Que nunca echaba al buzón de correos, junto a la fuente de la plaza... Se contentaba con enviarle una tarjeta postal tras otra... Ella, respondía a todas... Y siempre terminaba con la misma pregunta: "¿Cuándo vuelves...?" Pero Mc, nunca decía nada sobre su regreso... Una noche, con el frío metido en cuerpo, aparcó la moto bajo cobijo, y se dio una ducha muy caliente... Después, envuelto en aquella soledad y silencio, que no le desagradaban, se arrellanó en un sillón, junto a la chimenea, y pasó dos o tres horas contemplando la danza de las llamas... El fuego ya se extinguía... pero no lo reavivó, sino que se fue derecho a su cuarto, y sedejó arrebatar por el sueño.
A la mañana siguiente, casi como un autómata, abrió la puerta de la fragua. Allí estaba su infancia, su adolescencia, y todos los años que pasó en el pequeño pueblo de la llanura, hasta que, por culpa del maldito tiempo, tuvo que irse, sin saber muy bien si aquella decisión era o no acertada...
¡La fragua...! El martilleo constante, el soplido del fuelle, el entrechocar de hierros... Y la figura de su padre,
un hombre fuerte, macizo, de músculos poderosos a fuerza de luchar entre el fuego y el yunque... Que siempre estaba alegre... Dicen que los herreros, zapateros, carpinteros, y otros oficios en los que hay algo que golpear, siempre están de buen humor... Porque desahogan esa rabia interna que de todos se apodera, y que puede llegar a ser peligrosa, simplemente batiendo el hierro, el cuero o la madera...
Es algo que se da también en las artes... Los pintores tienden a la melancolía... Los escultores son vitales, enérgicos y poco propensos a decaimientos... Porque golpean... Y la mala uva huye, porque no tiene cabida en ellos...
"¡Pobre Mc, cómo te ves, qué solo...! ¡Ay, si ahora pudiera coger un martillo y deshacer los muros que el tiempo ha levantado a mi alrededor para separarme de mi mundo y de lo que era mi vida...! Pero ya puedo martillar, ya... El hihoputa del tiempo no se compadece de nadie..."
!La fragua...!
¡Cuántas tardes se sentaba en un rincón, con un libro, y a pesar del estrépito que armaban entre su padre y los dos ayudantes, Mc estaba en la gloria...!
Y todo se había ido...
Todo eran sombras en los laberintos de la memoria... Sombras fugaces, rostros desvaídos, instantes que aparecían y desaparecían con la velocidad de un relámpago...
Faltaban tres días para la Inmaculada, y Mc escribió a Sara nuevamente. Una larga carta, que introdujo en un sobre, y que dejó sobre las otras..., las cartas nunca enviadas...
Por otra parte, iba notando como si ese nudo interior, que lo había estado oprimiendo desde mucho tiempo atrás, ya no apretara tanto..., quizás se estuviera deshaciendo...
"He dado un paso, un pequeño paso... Todavía me quedan muchos más... Todavía hay un largo camino que recorrer hasta llegar a encontrar la paz..., si ello fuese posible..."
Nostalgia, dolor por el recuerdo.
Mc no quería sufrir. Pero no por cobardía, sino por puro cansancio.
Nostalgia...
Ese lacerante tormento que brota con lentitud al principio, y que se va haciendo cada vez mayor..., cuanto más se recuerda...
(Archivo: cuevadelcoco).
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