El Filósofo se ha acercado al pueblo de la llanura, para contemplar una procesión de la Semana Santa.
La parroquia cuenta con poca imaginería, pero hay algunas obras de indudable valor artístico, y muy antiguas...
Alguna data del siglo XVI...
Y ha regresado, por el solitario camino, bajo la luz de la Luna, que va camino de ser llena...
Ha recordado sus años infantiles, cuando, de la mano de su madre, contemplaba la procesión del
Viernes Santo...
Su padre, pertenecía a una cofradía, y formaba parte del evento...
Al Filósofo le asustaban los caballos...
Y le impresionaba el realismo de algunos pasos...
Un punto de tristeza se ha apoderado de él, cuando ya estaba llegando a casa y los dos perros ladraban de puro contentos al notar su presencia...
Luego, junto a la chimenea, tras una parca cena, se ha acomodado en su sillón de lectura, con un
libro en las manos...
Y ha pensado en el Coco...
Mañana, haga el tiempo que haga, irá a visitarlo...
Ya es muy tarde...
Los leños crepitan, y los perros están a punto de quedarse dormidos.
Quien está dormido de verdad, es el gato...
Tiene un sueño muy profundo...
El Filósofo medita...
Y recuerda...
Y siente que una lágrima está a punto de brotar...
Suspira, contempla el fuego, y logra calmarse...
De momento...
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