Los días son grises...
Una incierta melancolía se apodera de todas las horas...
De pronto, el invierno, se nos ha echado encima...
Volcando su carga de sombras..., de días cortos, cada vez más cortos, y noches larguísimas...
El Filósofo, en su casa de la llanura, mira hacia la montaña donde vive su amigo el Coco...
Pero las nieblas, las cotidianas nieblas, ocultan esas sendas familiares que tantas veces ha recorrido
para ir en busca de su amigo...
El Filósofo, bien abrigado, pasea por el campo...
Se siente solo...
El gato, en su cesto, duerme..., duerme durante horas...
Los dos perros, muestran su vitalidad, jugando, persiguiéndose, lanzando sus alegres ladridos al viento frío...
La llanura se ha vuelto de color pardo...
El Filósofo quisiera ver el sol, siquiera durante unos instantes...
Pero la niebla alta se lo impide...
Tentado está de hacer un viaje...
Pero no se decide...
La escarcha, cruje bajo sus pies...
Se detiene ante un charco helado...
Y luego, emprende el camino de vuelta, se sienta en su sillón de lectura, pero no lee...
Su pensamiento está muy lejos de allí..
Sin embargo, siente una inesperada paz: Los días de diciembre que anteceden a la Navidad, contienen una dosis de calma, que invita a la soledad, a la reflexión, al encuentro con uno mismo...
Terminará el año...
Comenzará otro...
El eterno ciclo...
El Filósofo sólo desea ver el sol, sólo eso.
Tendrá que esperar...
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