Días antes de la Semana Santa, el Filósofo, amigo del Coco, salió a pasear por los alrededores de su casa, situada, como ya sabemos, cerca de un pueblo, pero, dado que no es demasiado sociable, a prudencial distancia...
Y, sumido en sus pensamientos, creyó escuchar algo así como un maullido...
Al principio, no hizo mucho caso, pero, cuando el maullido se distinguió claramente de todos los sonidos de la campiña, presto más atención, y guiándose por él, llegó hasta una explanada, próxima al río, donde vio a un gatito, que, desorientado y tembloroso, avanzaba y retrocedía, tropezando y cayendo continuamente.
El Filósofo, se aproximó, y extendió la mano para acariciarlo...
En vez de huir, le lamió la mano con su lengüecilla sonrosada, y no demostró ningún temor.
Entonces, el Filósofo lo cogió como se cogen los gatos, y lo acomodó entre sus brazos.
Tenía los párpados pegados.
Lo llevó a su casa y trató de lavarle los ojos con agua tibia, hasta que se desprendió la costra legañosa que los cubría.
Los ojos del cachorro, no tenían vida. Eran dos manchas oscuras, inexpresivas...
Le ofreció comida en un plato, y leche fresca en un recipiente. El gatito comió y bebió hasta saciarse. Luego, continuó maullando, como si pidiera afecto, hasta que el Filósofo lo colocó en una toalla doblada, sobre sus rodillas, y allí, se quedó dormido, entre ronroneos.
Con el paso de los días, el cachorro ha ido creciendo, y, aunque ciego, se sirve del oído y del olfato para moverse por la casa. Cuando entra el sol por la ventana de la biblioteca, se coloca en el cálido recuadro, y se hce un ovillo sobre la tarima.
Por las noches, duerme a los pies de la cama del Filósofo. Es un gato limpio, que ya sabe dónde está la caja de arena, la comida y el agua.
A veces, se queda frente al Filósofo, y éste lo llama, y acude enseguida.
Ávido de cariño, le gusta sentirse acariciado...
Los perros del Filósofo le permiten acomodarse entre sus patas delanteras, mientras lo lamen. Son dos perros muy inteligentes, y saben que el nuevo compañero no es como los demás gatos.
El Filósofo quiere llevarlo un día a la cueva de su amigo el Coco.
Y el Coco seguro que le ofrecerá un tazón de leche endulzada con miel y un plato con
comida especial...
No puede evitar el Filósofo un cierto sentimiento de tristeza...
Ahora, un gato, un cachorro todavía, ciego e indefenso, necesita de él...
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