La campaña para las elecciones europeas, no puede tener un tinte más sórdido y más mísero de los que lo está teniendo.
Más que una campaña, parece una pelea entre chiquillos por un quítame allá esos cromos.
Vergonzoso.
Y con una falta de imaginación abominable.
El lamentable espectáculo ofrecido por los dos partidos mayoritarios, es digno de ser recordado como ejemplo de casposidad, de bajeza, de desacreditación, de acusaciones gratuítas y sin venir a cuento, de tratar de todo menos de lo esencial en estas elecciones.
Mañana, viernes, termina la campaña, y habrá que ver el cúmulo de desatinos que ofrecerán los líderes.
El partido en el poder, se ve que está desgastado, que le falta aire, que se asfixia en un proceso asmático irreversible.
Y el partido en la oposición, como siempre, lanzando sus quiquiriquís con batir estrepitoso de alas para incitar al contrario a que entre al trapo.
Somos el hazmerreír de Europa.
Próximos al verano, políticamente, estamos haciendo equilibrios en la cuerda floja, sin pértiga ni balancín.
El otoño será duro, y veremos probablemente, cómo la sonrisa congelada del jefe del ejecutivo se torna en mueca de desconcierto.
Que no terminan la legislatura, está más que cantado...
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