"La última Comunión de San José de Caasanz".
Francisco de Goya.
Tras dos meses largos y rutinarios,
cuando aún no se había borrado de nuestros ojos
el resplandor de los soles estivales,
y la caricia del agua del pequeño río
donde buena parte de la familia
íbamos todas las mañanas
en busca de la sombra de los altos álamos,
llegaba un tiempo, que era como un respiro,
una dulce tregua antes de la Navidad.
Las fiestas de colegio,
en honor del Santo Patrón,
comenzaban en forma de partidos de fútbol,
de alguna sesión se cine,
y, siempre, con el atractivo añadido
de saltarnos algunas clases...
José de Calasanz,
el fundador de las primeras escuelas cristianas gratuítas,
era para nosotros el abuelito amable y bueno,
el santo al que todos venerábamos,
en mayor o menor medida.
Quien velaba por los niños,
y nos protegía desde donde quiera que estuviese.
¡Ah, el antiguo colegio...!
Sombrío y lleno de misterios...
(Archivo: cueva del coco).
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