Bastaba una palabra. Suficiente.
Y una mirada. Seda entre nosotros.
La tarde, diluída entre las luces
de un ocaso de marzo. Primavera
con nieve arrinconada en los caminos,
bajo los matorrales soñolientos,
donde el sol no llegaba todavía.
Los labios doloridos. Beso hiriente
seguido de otro beso apaciguado.
Urgencia de caricias, por si el tiempo,
tejido de engañosos laberintos,
pudiera separarnos. En el viento,
derramaban las tímidas violetas
su bálsamo aromado de esperanzas.
(Archivo: cuevadelcoco.
Ilustración: Mateo Lahoz).
(Archivo: cuevadelcoco.
Ilustración: Mateo Lahoz).
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