Blas de Otero.
CÁNTICO ESPIRITUAL
Todo el amor divino, como el amor humano,
me tiembla en el costado, seguro como flecha.
La flecha vino pura, dulcísima y derecha:
el blanco estaba abierto, redondo y muy cercano.
Al presentir el golpe de Dios, llevé la mano,
con gesto doloroso, hacia la abierta brecha.
Mas nunca, aunque doliéndole, la tierra le desecha
al sembrado, la herida donde encerrar el grano.
Oh Sembrador del ansia, oh Sembrador de anhelo,
que nos duele y es dulce, que adolece y nos cura!
Aquí tenéis, en baza de horizontes, mi suelo
para la vid hermosa, para la espiga pura.
El surco es como un árbol, donde tender el vuelo,
con ramas infinitas, doliéndose de altura.
(Archivo: cuevadelcoco).
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