Érase una vez un anciano ermitaño.
Todas las noches, salía a contemplar el cielo estrellado,
y siempre terminaba exclamando:
"¡Qué grande es Dios!"
Pero, una noche, el cansancio pudo más que él,
y se quedó dormido...
Cuando despertó, sintió tal enojo,
que se arrancó los párpados,
arrojándolos al suelo...
Y de ellos brotó una planta,
una extraña planta que no había visto nunca...,
Guiado por su intuición,
hizo una infusión con ella,
descubriendo que le daba nuevas energías,
y que, también,
al sumirse en sus meditaciones,
el sueño ya no podía vencerle...
Y, según cuenta la leyenda,
éste fue el origen del té...
(Archivo: cuevadelcoco).
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