Dos o tres días más tarde, el pequeño Mc, durante la cena, dijo, de improviso:
- Quiero hacer el examen de Ingreso en el Bachillerato...
Y lo expresó como quien desea que le compren una bolsa de canicas, otro ejemplar del "TBO", o un paquete de chicles...
Su padre se lo quedó mirando, con la boca abierta, y la cucharada de sopa a medio camino. Su madre, que se disponía a cortar unas rebanadas de pan, no fue la menos sorprendida. Y suspiró.
El padre, tras conseguir completar el trayecto con la cuchara, estuvo a punto de preguntar algo, pero se calló, y siguió con la reconfortante sopa. Eso sí, contemplando a su hijo como si le hubiera anunciado que tenía intención de conquistar el K-2. Entre emocionado y dubitativo, entre confuso y
aturullado..., que todo viene a ser lo mismo, pero existen matices que diferencian ambos términos...
La madre, de pronto, dio un manotazo en la mesa, muy propio de ella cuando iba a tomar una decisión, haciendo que la jarra de agua, la sopera, y todo cuanto había en su superficie, temblara, como si un seísmo de cierta altura en la escala, sin epicentro ni hipocentro conocidos, hubiera conmocionado la apacible llanura.
-¡Pues muy bien! ¡Ya es hora de que en esta familia, haya alguien con más luces que las pocas que tenemos!
Iba a dar otro manotazo en la mesa, pero ante la mirada de alarma de su marido y su hijo, se contuvo,
y, con los ojos llenos de lágrimas, y la voz entrecortada, afirmó:
- ¡Sí, hijo mío! ¡Harás el Ingreso, y todo lo que siga! Mientras tu madre tenga riñones para amasar pan, tú estudiarás y llegarás lejos...
Aquello de "llegar lejos", le pareció a Mc algo así como irse a la Cochinchina, y sintió un soplo de tristeza, de incierto desamparo...
Terminaron la cena, y se fueron a dormir, que bien se lo merecían...
Mac, ya entre en sueño y la vigilia, sintió la presencia de su madre, que lo arropaba, le acariciaba los revueltos cabellos, y lo besaba con ternura.
- ¡Ay, mi chiquitín, que la vida te abre ya un camino...! ¡Tan pronto...! ¡Ay, que todo sea llano para ti...!
Y el "chiquitín", al día siguiente, no estaba seguro de si fue sueño o realidad...
En la mañana de febrero, al despertar, percibió el bendito olor a pan recién sacado del horno, único perfume que usaba su madre...
Mc, recordaría siempre el ajetreo de las jornadas que siguieron, las reuniones con el maestro y el cura, que también se sumó a la tarea de lograr que aquellos dos pequeños feligreses, hijos de herrero y panadera, y de maestro y señora de su casa, respectivamente, llegaran brillantemente al final de la meta deseada...
Luego, todo fue un remanso, un bucle en el tiempo.
Mientras, pasaban los días, los fríos se alejaban, y la primavera se derramaba en el valle con todo su esplendor.
Llegó junio, y los dos prebachilleres, se examinaron en "la capitalica", obteniendo ambos un notable alto.
Mc, de regreso, entró en su casa. Al ver que no había nadie, dejó el sobre con la papeleta que acreditaba su hazaña escolar, apoyado en el jarrito con flores, que nunca faltaba, y se fue a recorrer las cercanías del lugar, sin ir muy lejos, porque ya casi anochecía...
A la vuelta, halló a sus padres, abrazados y conmovidos, mientras lo contemplaban con orgullo.
Unas lágrimas resbalaban por el curtido rostro del herrero, que se fundían con las de la panadera,
sin que ninguno de los dos se avergonzara de ello...
Aquella noche, Mc, incipiente Bachiller, vencido por el cansancio y las emociones de la jornada, durmió profundamente, y soñó..., y sus sueños se llenaron de imágenes felices...
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(Archivo: cuevadelcoco).