A veces, el Filósofo,
cuando toma el camino
de la cueva del Coco,
se pregunta cómo va a llegar...
Entre riscos y entre breñas,
va ascendiendo, poco a poco,
y, al final,
divisa la cueva...
Allá, en las alturas...
Y sigue ascendiendo...
Jamás se ha perdido...
Es, como si en esas rocas,
habitara un espíritu protector,
que lo hace llegar sano y salvo...
Ya llega...
El Coco lo espera, sonriendo...
(¿Sonríen los Cocos...?
Parece que sí...)
Y el rigor de la caminata
queda olvidado...
A partir de ahora,
todo será paz,
calma,
silencio...
Y compañía...
Los dos perros,
tumbados a la sombra,
duermen,
uno junto al otro...
El gato,
se ha aposentado en su cesto,
de suaves hierbas olorosas...
Y el Coco y el Filósofo,
a resguardo del sol,
conversan...
(Imagen: mirarlook/cuevadelcoco).
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