"Enlutadas".
Ilustración de Mateo Lahoz.
Todas enlutadas, todas...
La madre, siempre ausente,
contempla alguna escena,
dulce y llena de nostalgia,
más alla de los límites
de la oscura cocina...
Las hijas y las nueras
hablan continuamente.
Alguna ríe, y se avergüenza
por salirse de tono.
Mira a la madre de reojo,
pero no se ha enterado...
En la cercana catedral,
suenan siete campanadas.
Ay, Señor! Todas suspiran...
Comienza una y siguen las demás.
Ay, Señor! Por qué suspiran...?
Todas tienen motivos,
todas alguna pena que se guardan
sólo para sí mismas...
Quizá porque es lo único
que de verdad poseen.
Y no quieren compartirlo...
Hablan y hablan....
Ocho campanadas, rotundas,
acidez de la tarde...
Y entonces se levantan.
Crujen las viejas sillas,
los asientos de enea,
brillantes por el uso,
quedan al descubierto.
Se despiden, se marchan.
Hileras de murmullos
que cesan en la calle.
Sólo queda una hija,
que cuida de la madre.
Ay, Señor!, exclama,
con voz más fuerte y segura.
La madre, lejos, muy lejos de allí,
sonríe, se enjuga una lágrima,
y nuevamente se deja
invadir por sus ensoñaciones.
Nueve campanadas,
que llegan más claras y precisas.
Ya es noche cerrada.
Mientras cierra las contraventanas,
la hija, al tiempo que suspira,
dice una vez más:
Ay, Señor...!
(Archivo: cuevadelcoco.
Ilustración: Mateo Lahoz).