"Autorretrato".
Edward Hopper.
La obra de Hopper está llena de imágenes inquietantes.
Casas solitarias, desligadas de cuarquier población,
insociables, con cierto aspecto amenazador,
que evocan, necesariamente, al director Alfredo Hitchcock
y sus sombrías producciones.
Habitaciones donde anida la soledad, y la tragedia callada
de quienes las habitan, siempre en lucha con la existencia.
Pero siempre hay un cuadro, o más de uno, que se sale,
que se niega a seguir esa pauta de ondas negras.
" Sunday".
Edward Hopper.
Mañana de domingo. Primeras horas, limpias y tranquilas.
El disfrute de un momento. Para pensar, para sentir
las primeras caricias del sol...
Un cuadro pleno de calma, de melancólica quietud.
El personaje sentado en la tarima, acaso ya no espera nada.
Sencillamente, es su momento, su pequeña parcela de tiempo.
Se siente bien. Aprecia la soledad y el silencio.
Todo un símbolo. Quizá quedaron atrás, muy lejos ya,
los años de batallas ganadas y pérdidas. Ahora,
filósofo de fin de semana, Diógenes del siglo XX,
sólo desea que nada ni nadie lo prive del sol.
Hopper, aunque pueda parecer un artista distante,
se identifica y sabe transmitir sentimientos plurales.
Vivencias que todos pudieran compartir.
Emociones sin dueño, que buscan afecto y compañía...
(Archivo: cuevadelcoco).
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