jueves, 14 de septiembre de 2017

Encuentros, reencuentros y ausencias...

 
 
 
 
 
 
Colegio de Padres Escolapios, Jaca.
Alumnos de Infantil-Primer Grado.
Curso 1958-59.
 
 
 
 
Septiembre iba consumiendo lentamente su primeros días...
Poco a poco, nos acercábamos al 15, y comenzábamos a sentir,
algo así como una incierta conmoción, una inquietud que sólo se calmaba
en las horas del sueño...
Y era, que el nuevo curso se acercaba...
¡Y llegaba...!
La tarde anterior, salía, desde algún lugar ignorado, la bata del colegio,
que mi madre planchaba cuidadosamente.
Yo, con un suspiro, seguido de otros, iba al armario donde guardaba mi cartera escolar.
La abría, y aspiraba ese olor inconfundible a lápices, cuadernos y libros,
que me devolvía a la realidad.
Porque el verano era un sueño, un sueño maravilloso, todo luz y riachuelo,
caminos y tardes de juegos en los prados que rodeaban el castillo.
¿Había sido un sueño...?
¡Todo parecía tan cercano y tangible...!
Pero...ya quedaba atrás...
La mañana del 15, lavado y peinado, con los zapatos lustrados y la bata de colegial,
algo estrecha ya, cruzaba la puerta del patio de recreo,
que era por donde entrábamos al colegio habitualmente,
y me situaba en el lugar donde se formaban las filas...
Daba las nueve el reloj de la torre.
Y, al mirar alrededor, descubría el rostro del amigo, del compañero,
del vecino..., y hallaba nuevos rostros....,
y el vacío de otros que ya no acudirían al colegio...
La ciudad, tan cerca de la frontera, y tan lejos del resto del país,
era un lugar de paso...
Hijos de militares, de miembros de las fuerzas de seguridad, de funcionarios, (los menos),
iban y venían...
Se echaba de menos a alguien, con quien se compartiera juegos...
Sí..., encuentros, reencuentros y ausencias...
Cada 15 de septiembre era lo mismo...
Disciplina, orden, silencio...
Largas filas pegadas a las paredes del claustro bajo, las manos atrás,
atentos a la voz del Padre Escolapio que ya sería nuestro profesor durante todo ese nuevo curso...
Disciplina, orden, silencio...
Horas de estudio, de lectura y escritura...
Y los implacables deberes para el día siguiente...
Al oír una leve palmada, todos en pie.
Y luego, tras las breves oraciones de la tarde,
el regreso a casa.
Era mejor no mirar atrás, olvidarse del verano, imaginar que fue un sueño...
No había lugar para la nostalgia...
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
(Archivo: cuevadelcoco).
 
 

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