Que os llene Dios de dulce paz y olvido
y os limpie totalmente la memoria
de cuantas sombras fueron vuestra historia
y el sueño fantasmal de haber vivido.
En tan largo camino recorrido,
vertido sin pasar pena ni gloria
fuisteis el agua lenta de una noria
que regó un tiempo apenas percibido.
Y cuando se os quebró el frágil latido
y vuestras manos se tornaron frías,
mi corazón, cansado y dolorido
hubo de atarse al curso de los días.
Bajo el cielo invernal, descolorido,
evoco aquellas viejas alegrías.
En memoria de nuestros difuntos,
con nuestro cariño,
y el constante recuerdo,
que endulza las mañanas,
y tiñe los ocasos
de melancolía...
(Imagen: mirarlook/cuevadelcoco)
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