
Había recorrido tantas sendas con ellas...
Pero estaban destrozadas...
Y con un agujero en la suela...
Las llevé al zapatero del pueblo cercano, y me dijo que la solución era unas botas nuevas...
Así que las dejé, dentro de la caja donde siempre dormían, junto a un contenedor...
¡Habíamos compartido tantas horas solitarias..!
Unas botas no son un objeto cualquiera...
Llegan a convertirse en parte de nosotros mismos..., o casi...
No me volví para mirar el lugar donde las había abandonado...
¡Pobre destino de mis viejas botas..!
Los caminos las recordarán..."
También los pies tienen ojos,
ResponderEliminarnegros pozos de conciencia,
atados al camino que sigue
a las suelas de vida usada,
sin garras agujereadas.
¿Y cuando falten los rumbos,
seremos gatos con botas claras?